miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA ANTIGUA POMA

"Y una vez en su interior, el perfume iba directamente al corazón y allí decidía de modo categórico entre inclinación y desprecio, aversión y atracción, amor y odio. Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres." (Patrick Süskind, "El perfume")

Una naranja común llegó a ser un precioso amuleto que siguió a los Cruzados a Tierra Santa. Hoy, la poma o pomander, vuelve con funciones más modestas, simplemente para perfumar el ropero.

Desde los tiempos más antiguos el hombre ha buscado amuletos para sentirse protegido, ante enfermedades, iras de otros hombres, o para atraer la fortuna, en tumbas faraónicas encontramos escarabajos sagrados que ayudaban en el tránsito a la otra vida como poderosos amuletos.

La sensación de que el buen olor preserva la salud porque esta relacionado con la limpieza y lo bello, esta a un paso de utilizar flores para realizar amuletos protectores contra la enfermedad con agradables olores, que a la vez que protegen y favorecen la salud, también nos muestran ante los demás con un olor que atrae y nos hace más agradables.

Los romanos también utilizaron como amuletos benefactores brazaletes llenos de resinas perfumadas que sus mujeres llevaban consigo; los Pieles Rojas de las Indias Occidentales llevaban colgados de sus cuellos unos lazos de piel, que eran amuletos para asegurar la salud y protegerles de las flechas enemigas, bajo la protección de sus dios Manitú, incluso nuestras abuelas tenían la costumbre de llevar una bolsita de flores entre los pliegues del vestido para sentir sus aromas y percibir un ambiente saludable.

En el Renacimiento el pomo o pomander, era una bola hecha de perfumes, que se utilizaba dentro de un jarrón para aromatizar o que podía ser una bolsita o una joya que se colgaban al cuello las damas, de oro o plata, su nombre viene del francés “pomme d’ambre”, manzana de ámbar, y se utilizaba como protección contra los malos olores e incluso las infecciones.

Estuvo muy de moda esta costumbre de utilizar “saquitos” perfumados, a veces muy útiles dada la falta de higiene en la época, estos se realizaban con algodones empapados en aceites aromáticos o con un puñado de hierbas olorosas, podemos ver muchos de estos complementos del vestir de esa época en el Museo de París, algunos suntuosos, confeccionados con oro y piedras preciosas, llamados “boules de senteurs”, que también pueden admirarse en múltiples retratos de damas ilustres que los muestran en sus cuadros.

Con el fin de perfumar las estancias y dar esa sensación saludable y agradable, existían en la época del Rey Sol los “Búcaros Florentinos”, jarrones moldeados de arcillas olorosas especiales que procedían de España, en ellos se ponía también agua que tomaba un agradable aroma.

Con las mismas arcillas se confeccionaban “pastillas” que se ponían en los huecos de las linternas y candelabros para que al calor desprendieran sus perfumes.

El uso de los “Búcaros” se extendió mucho, como se desprende de los comentarios y descripciones que se hacen de ellos, como los de Lorenzo Maglotti, cronista del siglo XVIII, en sus “Cartas de los búcaros” de 1695.

El pomander era un objeto más de los destinados a aromatizar, su origen, posiblemente árabe, comenzó a ser conocido en Occidente en la Edad Media, los primeros cruzados partían a Tierra Santa dispuestos a enfrentarse a muchos peligros, y era costumbre confiar su salud a un talismán, sus familias o esposas, ponían en su equipaje una “manzana de Portugal” preparada según una receta que aseguraba la inmunidad contra las enfermedades conocidas en esa época, en especial la peste. (A la izquierda cuadro de Catalina Parr, colgando de su cinturon un pomo perfumado, más abajo a la derecha Maria I de Inglaterra, de Hans Eworth, imagenes tomadas de la interesante página "los lios de la corte", http://carolbjca.blogspot.com/).

RECETA DEL POMANDER

Tomamos una naranja y revestimos su corteza completamente de clavos de clavel dejando el menor espacio posible entre uno y otro, convirtiendo la naranja en una especie de puercoespín que despide un fuerte olor a especias.

Las damas ponían este “pomander” o “poma” en el horno templado ligeramente durante una noche y, a la mañana siguiente, la corteza estaba seca y soldada alrededor de los clavos de especia, entonces se ataba “el pomander” con un lazo rojo en forma de cruz y se ponía entre la ropa pronunciando una oración para pedir la salvación de los que marchaban.

En esta costumbre se inspiraron orfebres de la época y posteriores realizando “pomanders” de oro y plata esféricos con piedras preciosas, y pastillas olorosas, principalmente con olor a rosas, que fueron también entregados en tiempos de paz a las damas por los hombres más poderosos y ricos.

También se hicieron “pomanders” de cerámica, elaborados, más recientemente en fábricas como las de Meissen, Limoges, Bassano y Ginori, entre otras, destinados a perfumar los armarios y corredores de grandes casas y palacios.

Nosotros con la receta anterior podemos ver las virtudes del “pomanders” como ambientador, usándolo, una vez elaborado cerca de un radiador, o colgado de un cordón en el interior del armario, disfrutando de esta ancestral forma de aromaterapia.

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