lunes, 6 de diciembre de 2010

Los Polvos de la Condesa

En 1629 Luís Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, “Conde de Chinchón” llegó a Perú enviado por el Rey Felipe IV de España como virrey.

El Conde viajaba con su segunda esposa, Francisca Enríquez de Rivera, conocida como la “Condesa de Chinchón”, dentro de la imprecisión de la leyenda, muy controvertida, se cuenta que la Condesa era caritativa con los indígenas y muy querida por su bondad, en aquellos tiempos en que la crueldad y la mano dura eran utilizadas con holgura, por ello, cuando enfermó de paludismo, y se temía por su vida, todos lamentaban su estado. (Condesa de Chinchón, a la izquierda, pintada por Goya)

Los indígenas guardaban un secreto Inca, el secreto de la “corteza mágica”, los colonizadores podían arrebatarles el oro, las piedras preciosas y su libertad, pero nadie debía, bajo pena de muerte, hablar de la existencia de la benéfica planta a los invasores; sin embargo, una sirvienta de la Condesa, arriesgando su vida, le suministro a su señora el remedio, mientras se encontraba mezclando los “polvos” para dárselos a beber fue observada, la Condesa ingirió la pócima y creyeron que esa era la causa de su enfermedad, un intento de envenenarla, por lo que la indígena fue conducida a prisión y hubiera sido ajusticiada, si el padre de la joven no hubiera intervenido desvelando las propiedades curativa de la planta secreta, y a la vez, la Condesa comenzado a sentirse mejor, restableciéndose por completo.

Enterado de las propiedades de la planta, Juan López de Cañizares, informó a los jesuitas y éstos la llevaron a Roma, difundiéndose desde allí por todo el mundo.

Este nuevo tratamiento se denominó "Polvos de la Condesa", más tarde se le llamó "polvos de los jesuitas", adquiriendo un alto precio en el mercado.

En 1735 el francés Charles de la Condamine, identificó en el Perú el primer árbol de quina, la planta de la secreta virtud. En 1742, Carl Von Linné o Carlos Linneo la llama “Chinchona Officinales” en honor a la Condesa de Chinchón.

En Perú el árbol “mágico” se llamaba “Quino”, y la “quina” era la corteza que pulverizada servía para preparar el remedio contra las fiebres (malaria).(Corteza de quina a la derecha)

La quina se extrae también de las siguientes especies vegetales:

Chinchona Calisaya, espontánea en Bolivia y el Perú meridional

Chinchona Ledgeriana, originaria de Bolivia

Chinchona Succirubra, espontánea de las regiones centrales del Ecuador.

La planta de la “quinina” se halla representada en el actual escudo de la República de Perú.

El “remedio inglés”

El boticario inglés Robert Talbor usó la quinina como remedio secreto y elixir de larga vida, y con ella curó al rey Carlos II, vendió los derechos de su remedio secreto a Luis XIV en más de 2000 luises de oro, pero sin desvelar su composición, a pesar de que el rey, llegó a ofrecerle una renta vitalicia, cuando murió Talbor, en 1681, se analizaron los polvos y se supo que se trataba de “Chichona Oficinales)”, como era conocida la planta fuera del Perú.(A la izquierda árbol de la quinina en Perú)

En ese momento se populariza su uso, convirtiéndose en bebida de moda. El tónico se obtenía de la maceración de la corteza del árbol.

En el siglo XVIII se produce la mayor difusión de la planta como bebida reconstituyente, de Perú y Ecuador partían naves cargadas con ejemplares de la preciosa planta hasta Indonesia donde eran transplantado, se originó así un monopolio de abastecimiento del remedio.

Hoy, la quinina, es una medicina muy común y no se considera ya como un prodigio, sin embargo su corteza puede servir para preparar un vino excelente que ayuda a curar la gripe y combate las enfermedades por enfriamiento.

LA RECETA: “Vino Quinado”

Dejar macerar durante 10 días en una botella de buen vino blanco, un trozo de corteza de 5 centímetros de longitud de quina, luego hacer hervir azúcar en un vaso de agua durante unos minutos, en cuanto el jarabe esté templado verterlo en la botella de vino agitar bien y ponerlo en el frigorífico.

Este excelente “vino quinado” se bebe en vasitos acompañándolo con una aspirina antes de acostarse ayudando a vencer la fiebre y los resfriados.

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