lunes, 27 de junio de 2011

LAS FLORES DE ORO

“Pero llega la noche y comienza a cantarme. La luna hace girar su película de sueño. Las estrellas más grandes me miran con tus ojos.

Y porque yo te amo, los pinos en el viento quieren cantar tu nombre con sus hojas de hilo metálico.”

(Pablo Neruda –“Aquí te amo”.)


El tiempo

Desde la más remota antigüedad la humanidad anhela recuperar algo que las mitologías nos dicen que una vez tuvimos, la inmortalidad, vencer a la muerte, y al proceso de envejecer, disfrutar de una juventud eterna.

Nuestra cultura nos habla del Edén, un paraíso en el que el Hombre, con “H” como especie, disfrutaba de un clima y condiciones idílicas, aunque sin saberlo, porque era como un animal, sin conocimiento para poderlo apreciar, cuando adquirió el discernimiento para juzgar su situación fue expulsado, porque los dioses temieron que comiera también los frutos del árbol de la inmortalidad y se hiciera como ellos: “He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre” (Génesis).

Así las cosas, se inventaron los relojes para medir el paso del tiempo, los calendarios y otros instrumentos que dividían las épocas.

Buscando una inmortalidad posible crearon la incierta vida futura, y con la ilusión de alcanzarla se hicieron momias y ajuares funerarios y se rindió culto a los antepasados.

Pero el tiempo pasó para todos, como contaba en su poema Jorge Manrique: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es morir, allí los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos e más chicos, allegados, son iguales, los que viven por sus manos y los ricos”.

Otra aspiración del hombre ha sido la riqueza, también ha creado leyendas entorno a ella, como la del rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, los alquimistas, buscaban la piedra o el matraz capaz de convertir cualquier cosa en oro, sin saber que ese conocimiento, si se hubiera alcanzado, provocaría la perdida de valor de apreciado metal, que dejaría de ser escaso.


¿Cómo detener el tiempo?

Un ejemplo de lo efímero de la vida y la lozanía es la contemplación de la evolución de una flor, que se abre esplendorosa, madura y muere deshojándose.

Un hombre, ha encontrado el modo de detener el tiempo, al menos para gozar de la belleza de una flor.

Se trata de un arquitecto de Florencia a través de un proceso que se basa en fórmulas precisas y en compuestos químicos, con un resultado que deja boquiabiertos a los investigadores científicos.


Cada flor es una joya única

El proceso consiste en coger un ramillete de muguetes, una rosa, un ramo de nomeolvides u otra flor y colocarlos, recién cortados y aún llenos de savia, en un baño sobre el que actúa un vapor verduzco que da un aire de magia al tratamiento.

Entonces tiene lugar el fenómeno y se hacen realidad los dos sueños de la humanidad, permanecer a pesar del tiempo y la conversión en oro, en las flores se opera una metamorfosis semejante a una cristalización, que hace que permanezcan con su forma y gracia, como mariposas detenidas en el vuelo, los pétalos transforman lentamente su color en oro sin perder sus singularidades, quedando como joyas irrepetibles y de imposible orfebrería.

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