sábado, 10 de marzo de 2012

ESTATUAS VIVIENTES


“¡Oh bondadosa Afrodita!, que otorgas vida y amor, a todos los que confían en ti, concédeme la gracia de derramar tus dones sobre Galatea para que pueda adorarla como un ser humano más! Lleno de fe se dirigió al taller y vio como su sueño se veía realizado…”

(Leyenda Griega de Pigmalión y Galatea)

La conocida de leyenda de Pigmalión que a tantos ha inspirado, recoge un sentimiento de una época en la que nada parecía imposible.


En Grecia se creía en la vida de los objetos, una vida distinta pero real. En Atenas existía un Tribunal especial que se ocupaba de delitos cometidos por cosas o animales, de estos solo los domésticos, porque los salvajes estaban fuera del orden humano.

Así podía juzgarse a objetos como pedazos de hierro, madera o piedra que hubieran producido daños sin que hubiera habido participación humana, normalmente en esos casos las Sentencias ordenaban el destierro del objeto “culpable”, que era llevado fuera de las fronteras o arrojado al mar.

Dentro de la cultura que nos nutre aún quedan vestigios cuando, a veces, al golpearse un pequeño con una mesa, respondemos consolándole, dando algún golpecito a la mesa y diciéndole “mala”, lo que procura cierto alivio al verla castigada a nuestros niños. Su lógica hace que durante unos instantes considere responsable de su dolor al objeto.



En Tasos, isla del Mar Egeo, se levantó una estatua a su más famoso luchador Teógenes, muerto prematuramente, el gran atleta había tenido fieros rivales en vida que le sobrevivieron, uno de ellos, por la noche azotaba la estatua para resarcirse de las derrotas que había sufrido frente al atleta representado en ella; una noche golpeó la estatua con más fuerza o la estatua ya estaba debilitada por los anteriores golpes, el caso es que cayó aplastando y produciendo la muerte del acosador.

La familia del muerto entabló un proceso contra la estatua de Teógenes, ésta, fue juzgada y condenada al destierro, lo que consistió en ser arrojada al mar.

Hoy día hubiera sido legítima defensa, pero entonces no había muchas distinciones a la hora de causar la muerte a alguien, ni demasiada graduación de penas.

Un toro de bronce depositado como ofrenda votiva en el Templo de Olimpia provocó otro de estos juicios, un pequeño, mientras sus padres oraban devotamente, se sentó a la sombra de la estatua, al volver estos, se levantó de un brusco salto, golpeándose fuertemente la cabeza contra el vientre de bronce y se fracturó el cráneo muriendo a consecuencia de ello.

Los padres demandaron a la estatua, que en este caso solo fue condenada a una multa para “lavar” la sangre del niño ya que, se consideró como atenuante, que la estatua no se hubiera movido.

(Historias recopiladas en el libro “Los diez mandamientos” de Hermann Schreiber)


Jagadis Chandra Bose y la línea divisoria entre lo animado y lo inanimado

El gran investigador indú Jagadis Chandra Bose, pionero en el profundo estudio de los seres vivos, realizó experimentos que tambalearon las bases establecidas hasta entonces sobre las diferencias entre los seres animados e inanimados, así además de sus experimentos con plantas que inspiran todavía a los científicos que continúan sus ensayos, descubrió en sus palabras:

“la unidad fundamental existente en la diversidad aparente de la naturaleza”, llegando a la conclusión de que “es difícil trazar una línea divisoria, y afirmar que aquí termina el fenómeno físico y aquí comienza el fisiológico”, así pudo comprobar, midiendo reacciones con sus propios inventos, que las curvas de sensibilización producidas por el óxido magnético de hierro ligeramente calentado se parecían notablemente a las de los músculos, cuando se limpiaba una superficie metálica grabada con ácidos para eliminar las señales impresas en ella, mostraba reacciones en las partes tratadas con el ácido, que no se advertían en las otras.

Así pudo decir: “En mis investigaciones sobre la acción de las fuerzas en la materia, me quedé asombrado al ver que las líneas divisorias se desvanecían, y al descubrir puntos nuevos de contacto entre los seres vivos y no vivos”.


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