viernes, 16 de julio de 2010

LAS FLORES ANTIDIABLO


La horrenda majestad, con su feroz semblante, aumenta el terror que inspira y le hace aparecer más soberbio. Brillan sus ojos rojizos, llenos de ponzoñoso veneno como nefasto cometa. Una larga y espesa barba, toda erizada, le cubre media faz y desciende sobre su pecho velludo, y su boca, llena de sangre, se abre como una caverna espantosa”…… “Señor ninguno puede ir delante, por la selva espesísima encantada; y creo que la furia más pujante, del gran Plutón, la tiene resguardada…” (Torcuato Tasso, describiendo al diablo en el canto IV, y la selva Ismen, en el canto XIII, en su aclamada obra “Jerusalén Liberada”)


La descripción que hace Tasso en su precioso poema épico, es terrorífica y parece que es improbable que, el señor de los abismos, también llamado, Belcebú, Asmodeo, Behemot o Belial, entre otros nombres, pueda interesarse por cosas tan inocentes como las plantas y las flores, llegando a infundir, en algunas de ellas, la esencia de su maléfico poder, aunque en la propia obra transcrita, algo de ello queda de manifiesto, cuando Gofredo (refiriendose a Godofredo de Bouillón, principal jefe de la primera cruzada) manda que se destruya una selva antigua.
Tradición y Superstición
En el reino vegetal existen hierbas con poderes “mágicos”, que se atribuyen al “Rey de las Tinieblas”, como la belladona, la cicuta, la verbena, valeriana, nogal, lechuga, beleño, mandrágora y datura.
Conociendo las relaciones maléfico-vegetales, no se puede negar que Lucifer, pone su sello de fuego entre el verde de las hojas y corolas de algunas plantas, sin embargo, la Naturaleza se ha preocupado de que existan una serie de plantas “antidiablo”. (A la derecha retrato de Torcuato Tasso)
Puesto que las brujas y duendes, diablos y magos, desde la más remota antigüedad han tenido la costumbre de reunirse bajo las plantas de nogal para sus infernales sabbat, otros cultos escogieron, como el celta, y más tarde el culto cristiano, la encina como planta sagrada, y bajo sus ramas se celebraban ceremonias religiosas, se hacían reuniones de cortes reales y se administraba justicia.
Los mismos honores que la encina, tuvieron el olmo y el tilo, de los que existían ejemplares en los conventos y las plazas de ciudades y castillos.
En varias comarcas continúa la costumbre de colocar hojas de olivo a la entrada de las casas para evitar la caída de rayos en los temporales, igual que, se utiliza con el mismo fin, la plantita “SempervivumTectorum”, que se considera un pararrayos excelente, si se tapiza el tejado de las casas con ella. (Fotos de sempervivum tectorum)
Las hojas de laurel quemadas, alejan las tempestades del mar, las piñas secas, o cáscaras de nuez, o frutos del ciprés, quemados alejan las malas influencias.
Al parecer a las fuerzas del mal, hoy día plasmadas en los conocidos “vampiros”, tan de moda, no les gustan los olores fuertes, siendo una tradición muy conocida la aversión que éstos le tienen al ajo, por ello, antiguamente se mezclaban gajos en muchas comidas y bebidas, además de utilizar collares de ajo para el cuello de los niños, protegiéndolos, según el sentir popular, de muchas enfermedades con ello, como el tener lombrices.
Existe una costumbre rural desde Francia hasta España, pasando por Crecía y Portugal, de colgar ramas de ajos, y cebolla, junto al hogar o travesaños de las cocinas.
También la tradición atribuye al Diablo aversión a la rosa y la angélica, plantas relacionadas con la tradición cristiana.
Se cree que la angélica puede proteger a los niños de todo mal sólo con su aroma, en Sicilia, el primero de mayo se cuelga de la puerta, un ramo de crisantemos coronarios para alejar al Diablo de la casas durante todo el año. (A la izquierda planta de angélica)
Otra planta benéfica para protegerse es la ruda, esto es porque sus flores, una vez abiertas forman una cruz perfecta, así esta aromática hierba ha sido utilizada en muchos Monasterios para ponerla en infusión en aguardiente u otros licores y hacer “espirituosos protectores”, aunque la planta tiene ciertas sustancias venenosas y debe utilizarse con mucha precaución.
La planta de áloe, y su amargo jugo, fue definida en un conocido proceso por brujería que tuvo lugar en 1474 como “venenum diaboli”, es decir, veneno del Diablo.
Así que, como en el yin y yang, la naturaleza ofrece plantas tanto “pro”, como “anti” diablo, según la sabiduría popular.

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