“De sus labios, como flor de jazmín llena de un rocío de miel…” (Percy Bysshe Shelley)
El perfume del verano
En los pueblos del levante de España, todavía se conservan “fiestas del verano”, renovando antiguas tradiciones, de fiestas paganas del amor y la fertilidad, al atardecer, el perfume de las flores, el aire cálido y algo húmedo por el siroco, acaba aturdiendo, en este ambiente embriagador todo huele a jazmín, muy abundante en la zona.
Todo, incluso las rosquillas típicas que se venden en esos días, parecen encerrar el denso perfume del jazmín en su frágil y quebradiza pasta, que se disuelve en el paladar descubriendo un jarabe que parece la esencia de la flor.
No es nada fácil obtener la receta de la perfumada “miel de jazmín”, que se guarda celosamente por los pasteleros más tradicionales.
LA RECETA
Cortar flores de jazmín apenas abiertos, mejor en una mañana soleada, limpiarlos de hojas y tallos y colocarlos en un recipiente cubriéndolos de agua.
Al día siguiente pasar todo por un tamiz después de haber triturado los pétalos durante 2 minutos en la batidora, recoger el líquido del que se emplea
Poner el compuesto a fuego lento y dejarlo hervir durante 1 hora, el jarabe debe quedar espeso. Cuando esta frío, queda aún más denso y se utiliza para hacer las famosas rosquillas, también puede usarse en tartas, buñuelos y pan tostado.
Su perfume y sabor es agradable e insólito, y toda una sorpresa para los paladares más sibaritas, que preguntaran de donde procede su sabor.
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