“Tal vez es un signo verdadero de la vida: en torno a mí muchachos con ligeros movimientos de cabeza danzan en un juego de cadencias y de voces a lo largo del prado de la iglesia. Piedad del ocaso, sombras, reencendidas sobre la hierba tan verde, bellísimas al fuego de la luna. Memoria os concede breve sueño; ahora, despertaos. He aquí que cruje el pozo con la primera marea. Esta es la hora: no más mía, abrazados, remotos simulacros. Y tú, viento del sur, fuerte de azahares, empuja la luna adonde desnudos duermen muchachos, fuerza al potro sobre los campos húmedos de pisadas de yeguas, abre el mar, levanta las nubes de los árboles: ya la garza se adelanta hacia el agua y husmea lenta el barro entre las espinas, ríe la urraca, negra sobre los naranjos” (Salvatore Cuasimodo – “Ríe la urraca, negra sobre los naranjos”)
Siempre hemos pensado en el Paraíso terrenal como un jardín tropical, con hermosa vegetación, lleno de flores de mil colores y con inmensos árboles, muchos estudiosos l
o han situado incluso en algún lugar de África o cerca de los grandes ríos Eufrates y Tigres, un lugar frondoso, en el que las especies de todo tipo convivían.
En los paraísos cercanos que conocemos, nuestras selvas tropicales, podemos aún encontrar ese misterio y encanto prometido al que todo hombre aspira, si nos adentramos en sus enigmas conseguimos encontrar formas de vida muy curiosas y secretos, para el hombre de ciudad, que dentro de su intimidad suceden.
La fascinación de colorido, olores y sonidos, se acompaña también de temor a lo desconocido, ¿qué vidas hay escondidas tras las sombras, crujidos y ramajes?, animales en su hábitat que también temen nuestra presencia que perturba y a veces destruye su mundo.
El árbol de los terremotos
Cuando atravesa
Los indígenas la llaman “Semilla de Corona”, pero su nombre vulgar más interesante es el de “Planta de los Terremotos”. (Imagenes de la planta a la izquierda y la derecha)
La existencia de una planta capaz de predecir los terremotos se difundió hace unas decenas de años por Europa, estudiosos de diversas nacionalidades se dirigieron a África para observar el extraño arbusto.
Los indígenas podían predecir con exactitud las calamidades naturales observando su follaje, científicos del Observatorio Astronómico de la Academia de Ciencias Británica, junto con botánicos del Jardín Real de Kew, trasladaron un árbol de esta especie y lo sometieron a atentas observaciones que dieron resultados negativos.
¿Será que sólo en sus tierras de origen la planta desarrolla o expresa sus augurios? O ¿nunca tuvo un mágico poder?, yo prefiero pensar lo primero que ha silenciado su intuición fuera de su hábitat natural, su entorno conocido y natural.
El grano de las hormigas
A las hormigas se les han dedicado incluso cuentos una de las formas más primitivas de trasmitir conocimientos ancestrales, se habla de ellas como animales muy trabajadores y previsores, pero en las selvas ecuatoriales, son dignas de ser reconocidas por su virtud de recolectar y guardar.
En estas selvas vive una planta graminácea: “Aristida pungens”, a la que los indígenas conocen como “Drinn”, esta hierba de tallos secos y punzantes, produce espigas cargadas de semillas, llamadas “loul” muy apreciadas por las hormigas que hacen grandes provisiones de ellas en sus inmensos hormigueros.
Cuando existen hambrunas por carestía de alimentos, los indígenas, recurren a los grandes almacenes subterráneos de grano de las hormigas y utilizan el “loul” como harina para hogazas o como caldo crudo, muy apreciado por los niños.
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