Hace tiempo toda buena familia se preciaba de tener uno o más instrumentos musicales en su casa, y sobre todo a las niñas de la casa se las formaba en el lenguaje musical como parte de su aprendizaje como buenas amas de casa y anfitrionas en sus futuros hogares.
En las reuniones, se daba mucha importancia a incluir para disfrutar y distraerse, en ellas, a interpretes que ejecutaran buenas composiciones musicales de la época, algo que después se pudo popularizar al existir el gramófono y no ser necesaria una inversión en instrumentos y espacio, para llegar luego a algo tan cercano como el tocadiscos, hoy día sustituido por los nuevos instrumentos electrónicos para escuchar nuestras músicas favoritas.
Es difícil encontrar actualmente mucha gente que sepa solfeo, aunque si hay abundan hombres y mujeres que aprecian escuchar su música favorita y hasta dirían que no pueden vivir sin ella.
Lo curioso es que, investigando, ha habido varias personas que han constatado que la música no sólo es agradable para nosotros, sino que tiene efectos benéficos en los animales, las plantas e incluso el agua.
Un criador de pollos descubrió que sus gallinas producían muchos más huevos de lo normal si sonaba buena música sinfónica, otro, pudo comprobar como sus terneros engordaban más si ponía en su granja una sinfonía de Beethoven, también se sabe que los pingüinos se muestran muy interesados en sus relaciones para procrear si escuchan música que les resulte agradable (y son muy críticos, porque si no les gusta gritan hasta que paran los sonidos), por ultimo comentar, que dejo asombrados, a todos, que en una cuadra holandesa se incrementara la producción de leche si sonaba un “adagio” de Grieg.
Cierto doctor George Milstein, dentista de Long Islan cerca de Nueva Cork, descubrió que muchas especies de interior, sobre todo las de origen tropical, reaccionaban con mayor crecimiento y esplendor ante ciertas melodías, incluso ejemplares enfermos recobraban vigor o daban flores ante acordes musicales. Este doctor recopilo los sonidos que él considera apropiadas en un disco “Music to Grow Plants By” (música para hacer crecer las plantas).
Este dentista capto con su disco la atención de muchos estudiosos, como la “Environmental Sound Control Inc.”, industria de investigación del sonido, que encargo una edición del disco, que incluso está a la venta en grandes almacenes.
En general, de las pruebas, se puede decir que las plantas prefieren a Beethoven, Brahms, Schubert y Haydn, aunque muestran predilección por Bach.
Se ha investigado con éxito la influencia de la música en la potabilidad del agua y en su aspecto, siendo según Masaruro Emoto la más indicada la música clásica, que formó delicadas y simétricas formas en las moléculas de agua expuestas a la sinfonía número 40 en Sol menor de Mozart, según este autor en su libro “Mensajes del Agua”: “Cuando se puso la canción de Elvis Presley "El Hotel de la Tristeza", el resultado fue que los cristales helados se partieron en dos.· Cuando las muestras de agua fueron bombardeadas con música heavy metal o expuestas a palabras negativas, o cuando se enfocaron sobre ellas intencionadamente, pensamientos o emociones negativos, el agua no formó cristales y en su lugar se crearon estructuras caóticas y fragmentadas”
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