“Cada flor tiene su gota de rocío, cada flor su perfume, cada hierba su secreta virtud” (de un canto de África Occidental)
El humo de los cigarrillos y los olores de la cocina invaden todo el piso creando una atmósfera cargada, ahora, basta con apretar el tubo de spray del ambientador para que el ambiente se perfume, pero el efecto dura hasta que el aroma elegido se va diluyendo.
¿Qué ocurría en otros momentos de la historia cuando no existían aún estos modernos sistemas de ambientar las casas?
En un antiguo libro de 1835 llamado “Pequeño archivo de descubrimientos” se facilita un sistema muy eficaz para perfumar las habitaciones con una redoma de sales aromáticas, a pesar de existir hoy día muchos productos para modificar el ambiente, merece la pena probar esta curiosa receta.
RECETA:
Preparar un recipiente profundo de vidrio o porcelana, como un jarrón pero que pueda taparse, y colocar en él desde enero hasta diciembre, según van floreciendo las plantas y llegan a su máxima vegetación, una capa de pétalos o de hierbas olorosas y una capa de sal común de cocina. A la capa de pétalos de rosa se puede añadir una de hojas de mejorana o menta, luego de jazmines y después espliego o romero, lo bueno de realizar esta labor es alternar al menos 10 especies distintas, poniendo entre capa y capa, una de sal de 1 centímetro grosor, cada vez que se añaden hojas olorosas o pétalos, hay que cerrar herméticamente para que no escapen los aromas.
A tener en cuenta:
- Las hierbas y flores deben ser recogidas secas, no húmedas por la lluvia o el rocío.
- No sirven las flores o plantas demasiado jugosas o llenas de savia porque pueden generar podredumbre.
- El jarrón se abrirá cuando queramos purificar el aire con olores campestres durante el tiempo necesario para notar sus efectos y luego debe volver a ser cerrado herméticamente para que no desaparezcan sus propiedades.
El huerto (Joan Miró) Museo Nacional de Estocolmo
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