Pero… ¿Y a los cuarenta años? ¿Qué pasa a los cuarenta o cincuenta?
Muchas mujeres por coquetería femenina se niegan a facilitar su verdadera edad, o contestan con evasivas a la pregunta, con frases como: “la edad no es la real, sino la que se demuestra” o “los que se dicen, los que no se dicen y los que se representan”.
Dichos, no exentos de razón, ya que todo el mundo no envejece de igual forma, siendo importante el tipo de vida y costumbres que hayamos tenido; sin embargo, es un hecho que en nuestra sociedad envejecer es una cuestión delicada, entre la existencia de medios que retrasan los signos de envejecimiento y el rechazo de muchas personas a ser coherentes con su edad y aceptarla dignamente.
Además de los medios drásticos quirúrgicos, podemos buscar otros medios, no para detener el tiempo, sino para ponerle un rostro más radiante, dar más frescura a la piel y quitarnos las tensiones, cambios que provoquen un “¡qué bien te veo a tu edad, que piel más luminosa y descansada!”, sin esperar curas milagrosas que proporcionen la ilusión de que 10 o 15 años no han pasado por nosotros.
LAS RECETAS
Contra las arrugas y el cansancio de la piel
Sobre todo al finalizar el verano, cuando el rostro se encuentra deshidratado por el sol, e incluso por los baños de mar, es muy bueno realizar, durante 1 mes por lo menos, 2 veces a la semana, esta sencilla cura.
Extender sobre la cara (después de haber usado leche limpiadora) una capa de miel de azahar o romero, haciendo ligeros masajes; extenderse sobre la cama durante 20 minutos en la oscuridad, con dos algodones empapados en agua de rosas sobre los ojos.
Transcurridos 20 minutos, limpiarse bien con agua tibia para eliminar la miel y pasar por la cara algodón untado con limón.
Para obtener un rostro luminoso y alejar el cansancio
La vuelta a la ciudad y el calor del verano contribuyen a crear estados de cansancio e impaciencia, también el estrés en el trabajo, favorece un rostro fatigado de piel grisácea y ojos apagados, ¿cómo arreglar esta situación?, es fácil, basta con tomar una botella de vino blanco añejo, ni dulce ni demasiado seco, y añadirle 20 gramos de orégano y 20 gramos de simiente de eneldo, bien aplastado en el mortero. Dejar en infusión durante una semana, removiendo cada día la botella.
Filtrar el vino y beber un vasito cada mañana en ayunas y verás y oirás prodigios sobre tu bello y sano aspecto.
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