“No penséis que sólo las cosas preciosas son dignas de atención; también las más humildes son dignas de la mesa de un rey” (de una leyenda peruana)
¿Quién no conoce las dulces patatas americanas (especie originaria de las Indias Orientales), que normalmente se toman cocidas, asadas al horno, o formando parte de platos tradicionales como las acelgas esparragás?
Además de su agradable sabor, esta especie de patata, es muy nutritiva y tiene un aire exótico e insólito, que puede hacer que una comida se prolongue durante mucho tiempo, entretenidos con la agradable conversación que sin duda su sabor y suavidad provocan, dando un clima favorable a la amistad y el amor.
Los pueblos de los Andes, elaboran una deliciosa receta, demorándose, como si el tiempo se pudiera detener, en su preparación, ya que vienen haciéndola desde hace muchos años, encendiendo la cacerola colgada de un caballete, con un pequeño fuego de tocones que se ha de ir alimentando continuamente mientras, al menos antes, se oían los cuentos de los ancianos de la tribu, y cuidando que el frío viento que corta las llanuras no apagara la llama.
LA RECETA:
Necesitamos 1 kg. de patatas dulces americanas, o boniatos, 750 gramos de azúcar y trozo de vainilla.
Escogeremos piezas muy pequeñas, a ser posible de forma ovalada, evitando que tengan demasiada “cola”; las cocemos en agua hirviendo durante 10 minutos sin quitarles la piel; luego, escurridas, se pelan sin romper la pulpa.
Cuando tenemos todos los boniatos o patatas dulces limpios, se ponen en una cacerola esmaltada, se añade el azúcar y la vainilla y se cubre todo ello con agua.
Se enciende la lumbre muy bajita, y se deja cocer al “amor del fuego” durante 1 hora, entonces las patatas se habrán vuelto casi transparentes y ligeramente verdosas, al absorber todo el azúcar.
Las retiramos del líquido y se enfrían sobre una tabla, dejándolas bien separadas una de otra para evitar que se peguen.
Cuando están del todo frías, se pueden servir como acompañamiento de una torta seca de nueces o almendras, o con bizcochos blandos y poco dulces.
Son muy apreciadas con vino blanco seco o algún licor, como coñac, brandy o aguardiente, y también heladas y servidas rociadas con vodka o ginebra.
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