Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará; no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de que se pueda decir: Mira, esto es nuevo? Ya existía en los siglos que nos precedieron (Eclesiastés 1:9 y 1:10)
Tienen una gran atracción sobre nosotros las personas célebres, nos gusta rebuscar en sus vidas, quizá incluso, para ver coincidencias con las nuestras, o para imitar algo que nos parece admirable, cuando hipnotizan a una persona y dice regresar a un mundo anterior, pocos son los que se identifican con personas anónimas, a todos les gustaría haber sido esta o este personaje famoso; resaltar del resto de mortales, para la condición humana, no es banal, el héroe Aquiles aceptó irse a la guerra para ser recordado como un gran héroe y morir joven luchando, una forma de ser inmortal en la memoria de los hombres, en lugar de tener una larga vida en el anonimato.
También al interesarnos por la vida de personas excepcionales podemos intentar conocer el secreto que los hizo resaltar en su época, o tal vez su “talón de Aquiles”, la vulnerabilidad en la que se hacían más iguales a nosotros.
En la época de los dioses y las diosas, éstos caían en las mismas pasiones y bajezas humanas, y se contaban de ellos, los cotilleos de alcoba que hoy se cuentan de los personajes famosos.
Inmortales Cesar, Nerón, Helena de Troya, cuyas historias se debaten entre el mito y la realidad, tienen una gran atracción sobre nuestro interés, quizá resalte entre ellos Alejandro Magno, el joven rey macedonio.
Los historiadores se dedican a grandes temas sobre estos personajes, pero hay cronistas que relatan detalles, pequeñas cosas aparentemente sin relevancia, que son una curiosidad histórica, de uno de ellos deriva este secreto sobre Alejandro, que nos habla de un cofre que viajaba siempre con él, en un lugar de honor sobre el carro de campaña, entre las cajas de vajilla de oro.
Este cofre de madera de sándalo, y por tanto, muy aromático, era custodiado por un personaje muy estimado: el mago herborista. Un viejo sabio que sabía predecir el futuro, interrogar a las estrellas, y sanar muchas heridas, pero que sobre todo, conocía las virtudes de las plantas medicinales y como utilizarlas, éste hombre tenía la orden de no perder de vista el cofrecillo y de proteger su integridad en lo abrupto de los caminos, porque dentro de él reposaba una ampolla de vidrio sobre un cojín de seda.
La ampolla de vidrio, cerrada con un tapón de oro con una esmeralda incrustada que portaba incrustado el sello de Alejandro, esta señal hacía sagrado e inviolable el cofre, siendo condenado a lo peor, el que osara tocarlo.
¿Qué contenía la preciosa ampolla? Era un misterio, sin embargo, un día, según cuenta el cronista, algún esclavo de confianza se fue de la lengua y los secretos arcanos fueron desvelados, en la ampolla se contenía un preparado con 13 hierbas cuyas virtudes combinadas ejercían un poder inspirador sobre el que las aspira, el gran rey acudía a realizar el rito de aspirarlas antes de sus batallas para saber orientarse en la estrategia ganadora, ya que daban clarividencia a la mente.
¿Será cierto?, bueno, gracias al testimonio del indiscreto esclavo que se fue de la lengua podemos saber la composición de las 13 hierbas, 13 porque es un número cabalístico, cada una de ellas por separado parecen insignificantes, pero su combinación es harina de otro costal.
Para realizar la prueba solo queda reunirlas y ponerlas en un frasco de cristal, según el cronista, es necesario aspirar el aroma intensamente y quedar en meditación unos instantes para que la mente se despeje, mientras, y esto es lo complicado, el mago recitaba en caldeo una letanía que no ha llegado hasta nosotros perdiéndose entre tantas cosas que el secretismo ha ocultado al morir sus únicos conocedores.
LAS PLANTAS:
Romero, tomillo, menta, salvia, mirto, laurel, agujas de pino, granos de resina, semillas de amapolas, pétalos de rosa, granos de pimienta, hojas de alcanfor y canela.
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