El sabio griego Teophastro, en su libro “Historia de las plantas” (S. III a.C.) estudia la alcachofa, a la que llama "pternicem", a comienzos del S. XIX no era considerada por su sabor, sino solo por sus virtudes medicinales, su uso, en este sentido, es tan antiguo que el médico Galeno, la mencionaba en su libro “De alimentis”, hace más de dos siglos antes de Cristo, y aprovechaba sus cualidades como diurético y “bálsamo para el hígado”, muchos naturalistas escribieron sobre los distintos usos de la alcachofa y dieron valiosos consejos sobre su cultivo, como el escritor griego Pedaneo Dioscórides de Anazarbe, que en su libro “Peyatrikes”, dice que es una planta diurética y afrodisiaca, este último concepto hacía, que para los romanos, fuera manjar de dioses, y se considerara escandaloso ver comer una a una mujer decente.
Más tarde, en la Inglaterra de 1.548, se dice que Enrique VIII era muy aficionado a su consumo, quizá por su creencia en que era afrodisiaca, en la época del rey francés Enrique IV y su esposa Catalina de Médicis, la alcachofa era apreciada por sus virtudes médicas, y el médico personal de Luis XIII decía que no era posible pensar en una verdadera comida si en el menú no se incluía al menos un toque a base de Cynara scolymus.
Herbario del S. XVII
Según antiguos estudiosos griegos y romanos, escuelas de medicina italianas de la Edad Media y del Renacimiento, la alcachofa (Cynara scolymus), era uno de los ingredientes de remedios, bien, en pociones hervida, en emplastos, bebidas o filtros, uno de sus usos más habituales era despertar la pasión.
Una de las utilizaciones más extrañas de la alcachofa, sin embargo, fue la que se anticipó cuatro siglos a los modernos test de embarazo, un “herbario veneciano de 1602” firmado por Durante Castore, comenta que: "para conocer si una mujer está embarazada, basta hacerle beber un vaso de jugo de las hojas de la alcachofa y si su estómago rechaza la bebida, querrá decir que está seguramente embarazada”.
Estas extrañas experiencias, no comprobadas, fueron sin embargo las que posiblemente facilitaron que se descubriera la preciosa “cinaria”, una sustancia contenida en grandes cantidades en la alcachofa que es muy buena para el hígado, provocando aumento de secreción biliar y favoreciendo las funciones de éste órgano y de los riñones.
Aliada de la belleza
Además de proporcionar salud, también puede contribuir a aumentar la belleza, purificando la piel, a través del mejor funcionamiento del hígado y de los riñones, y también directamente transformándola en crema y usándola como máscara de belleza.
LA RECETA
Tomar una buena alcachofa fresca, quitar las hojas exteriores y conservar sólo el corazón, quitarle la parte superior, un poco dura. La parte que nos queda tierna y blanquecina, se pone en la batidora y se bate durante 2 minutos hasta reducirla a pasta. A esta “papilla de alcachofa” se añaden 2 cucharadas de yogur, mezclando con cuidado para que quede una pasta homogénea.
Poner un poco de este compuesto sobre la cara limpia, dando masaje durante unos minutos para hacer penetrar bien las esencias benéficas. Lo que quede de la pasta sirve para cubrir la cara y el cuello con una capa homogénea que se deja sobre la piel durante 20 minutos, luego, se procede a limpiar cuidadosamente la zona con leche y tónico limpiadores, quitando todos los residuos.
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