miércoles, 20 de enero de 2010

Las Flores a través de la Biblia, los Papiros y el Corán

“Te has preparado un terreno irrigado, has rodeado con setos tu jardín. Has plantado hileras de “sicomoros”, disponiéndolos por toda la zona que rodea tu casa, y llenas tus manos con todas las flores que ven tus ojos” (de un papiro egipcio del año 2000 a. de C.)


Desde la más remota antigüedad la flor ha tenido un papel protagonista en la historia. Cuando pensamos en el cultivo artificial y perfeccionado de las flores hoy día, parece increíble saber que hace miles de años existieran bellísimos jardines perfectamente organizados. Pero si traducimos los textos más antiguos conservados de distintas civilizaciones vemos que el cultivo de las flores existía y era de gran importancia por su belleza contemplativa y también, por su uso ritual.
Las primeras noticias sobre el cultivo de flores proceden de hace 5.000 años y se refieren a los jardines chinos que eran muy elaborados y refinados, con cascadas, puentes en miniatura, cojines de flores sobre el agua, con juegos de colores. Sabemos que el jardín chino tuvo su máximo esplendor bajo el emperador Chin Ming (2.700 a. C.) que tuvo el mérito de organizar el cultivo de flores con complejos sistemas de regadío.
En la patria de Cleopatra la flor más estimada era la ninfa azul seguida por el loto, existía la costumbre de que
un esclavo entregará una flor al que hacía una visita a una casa, o se le ponía una corona de ninfas en la cabeza, lo que tenía mucho simbolismo porque los egipcios pensaban que una corona de flores de loto era un amuleto para franquear el paso a una nueva vida, de ahí que en Dendera este escrito en la fachada de su templo: “La tierra está de fiesta. Los habitantes de Dendera están ebrios de vino, y en sus cabezas hay una corona de flores de loto”.
Martin Van Heemskerck, Los jardines colgantes de Babilonia. 1572

En el libro de los Jueces de la Biblia (Jueces 9,8-15), se lee que los árboles, queriendo elegir un rey, dijeron al olivo: “¡Reina sobre nosotros!”, pero el olivo rehusó para ocuparse sólo de producir buenos frutos para los hombres, una razón semejante encontró la higuera y la vid. La única planta que no puso pegas para hacer frente al nombramiento fue el espino o zarza por ello fue apreciada por los pueblos hebreos, que la llamaron “la planta que ama a sus amigos”, eligiéndola como símbolo de solidaridad y caridad.
También en la Biblia se habla de las especies aromáticas que debían formar una corona en torno al tabernáculo, y de las esencias olorosas de origen vegetal que eran quemadas en los templos: desde la caña aromática hasta el incie
nso, desde el mirto al espliego.
En el Corán son múltiples las metáforas y sentencias que se valen de las flores para dar fuerza a los argumentos, pero quizás la más bella es la que habla del olivo y de la higuera: “Para la higuera y para el olivo, para el Monte Sinaí y para este fiel país hemos creado al hombre en sus perfectas proporciones”. Al hombre corresponde merecer tan alto destino y poder reposar a la sombra de estas dos plantas. (Sura 95).

En las
fórmulas del antiguo ritual hebreo o en el Corán hay muchas referencias a las flores y plantas vistas como símbolos de pureza y elevación espiritual.
Se alude a la verbena, hierba sagrada, a las amapolas que traen el olvido, a la rosa, al girasol, a la ginesta, emblema de virginidad, a los claveles, a los lirios del campo y a las corolas amarilla en forma de estrella, que probablemente correspondían a nuestro pelitre, especie que, todavía hoy, crece espontáneamente en muchas zonas de África y del Asia Menor.
Así desde los más lejanos tiempos, en la tierra de los faraones, en los misteriosos jardines de babilonia, y en los más venerados libros de sabiduría hebrea, la flor ha sido protagonista.

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