lunes, 18 de enero de 2010

LAS FLORES Y PLANTAS QUE YA NO EXISTEN

“…el Argifontes me dio el remedio, arrancando de tierra una planta cuya naturaleza me enseñó. Tenía negra la raíz y era blanca como la leche su flor, llamándola moly los dioses, y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero las deidades lo pueden todo... Circe, …confeccionó un potaje de queso, harina y miel fresca con vino de Pramnio, y echó en él drogas perniciosas para que los míos olvidaran por entero la tierra patria, …y entonces la diosa me colocó un filtro en una copa de oro para que yo lo bebiese, y le añadió el fármaco, …mucho me admira que, habiendo bebido el filtro, no te hayas enfermado, pues nadie lo soportó nunca…” (Homero – “Odisea” – Canto X)

Entre lo cierto y la invención, lo que existió y la fantasía se puede extraer la siguiente relación de plantas que dejaron memoria de sus singularidades: Hierba Moly: en las aventuras de Ulises hay filtros y encantamientos preparados con sustancias vegetales. La maga Circe, conocida por su pericia con los medicamentos y las hierbas, destiló el filtro de nepentes por el que los compañeros de Ulises cayeron en sopor y se despertaron convertidos en cerdos, pero él había tomado una milagrosa hierba, “hierba moly” que los antiguos conocían y que actuó como un antídoto preservándole de los efectos del compuesto de Circe.
La Hygea, que tomaba el
nombre de Igea, diosa de la salud (de la que deriva la palabra higiene), y que el naturalista griego Dioscórides consideraba como “panacea universal”, remedio de todos los males. Se cree que pudiera referirse a la raíz del Panax (conocida en Oriente como gingseng y considerada válida contra toda enfermedad), o a la digital (digitales purpurea), una de las especies vegetales que más vidas han salvado, en lenguaje vulgar se la conoce como “gorros de hadas” y tiene en alguna zonas aplicación mágica como protectora de las casas.
Dudaim, nombre hebreo para indicar un tubérculo que convertía en fecundas a las mujeres estériles y devolvía la juventud a los órganos envejecidos por la edad. Podría tratarse de la mandrágora, de gran importancia en la edad media para la medicina, pero también para la magia y la hechicería. Los dudaim figuran en el Tanaj como una planta de conocida fragancia. (Véase Cantar de los Cants. 7:14. y Antiguo Testamento, Génesis 30: 14 y 15)
Theombrotion
, nombrada por el filósofo griego Demócrito, como una mata de hoja
s como un pavo real, de excelente sabor, que contenían un zumo altamente afrodisíaco. Se afirmaba que ésta planta tenía el poder de corroer el hierro. Para encontrar la planta se recurría a un curioso procedimiento, cuando un pájaro carpintero dejaba su nido, se obstruía con un trozo de madera y un clavo, cuando el ave quería regresar buscaba la planta y trayendo una rama la ponía en el clavo, que corroído caía, permitiendo entrar en el nido de nuevo al pájaro. Achemys, una flor que emanaba un olor tan penetrante que obligaba a la fuga a cuantos la hubieran pisado, es nombrada por Plinio el Viejo. Hubiera sido de gran utilidad en un campo de batalla si uno de los bandos llevara la nariz protegida para no olerla. ¿Podría aludir Plinio el Viejo al gas?. Coracessia, planta cuyas flores tenían el poder de helar instantáneamente el agua en la que eran sumergidas, esta planta es recordada por el griego Pitágoras. Aproxys, planta que con solo tocar su corola se convertía en brasa y quemaba los dedos. Probablemente algún tipo de ortiga muy pernicioso. ¿Puede referirse a el fenómeno de la zarza "que ardía" y, sin embargo, "no se consumía" de Moisés?. Podría ser explicado con la llamada planta de gas o "fraxinella” (Dictamnus Albus), se trata de una hierba de gran crecimiento, de un metro de altura, con racimos de flores color púrpura. Toda esta planta está recubierta de glándulas oleaginosas, y este aceite es tan volátil, que al acercarse una luz, da lugar a su repentina inflamación. (explicado en el libro: “Y la Biblia tenía razón de Werner Séller”)
Badras
, planta que emanaba un fuerte olor a betún y tenía forma de antorcha, iluminándose por la noche. Podría ser que se refirieran a la knif
olia conocida por su sobrenombre de tizón ardiente.
Borahmez, una flor que vivía en los valles de la Tartaria Baja, su corola parecía un cordero cubierto de pelo blanco, sus pétalos tenían la consistencia de la carne de un animal y el olor y el sabor eran de carne de cordero hervido. Más extraño era que al tocarla desprendía un líquido rojo como la sangre.
Angrec scritto, planta de color amarillo y con líneas y manchas rojas, los Caldeos sostenían que representaban el alfabeto hebreo y que en ellas se podían leer fór
mulas para preparar un filtro milagroso. Sysphion o laxer, planta que suministraba resina perfumada con propiedades medicinales, servía para el estómago, antídoto contra venenos, robustecer los miembros, aclarar la voz y curar la locura, posiblemente como método anticonceptivo y también en la cocina. El Silvio (silphium) era muy estimado y caro por sus numerosas aplicaciones, al parecer esta planta, de la que nos habla Plinio el Viejo, crecía en Libia, cerca de Cirene, y su imagen era muy parecida a una umbelífera, parece en las imágenes un hinojo gigante, pertenecía probablemente a la familia del assa fétida (planta que hoy día se utiliza en la cocina india), se aprovechaba todo de ella, la raíz y el tallo de donde se extraía el cotizado jugo. En el S. I. a.C. se realizaban grandes importaciones de este vegetal, y al parecer, su sobreexplotación la extinguió. Podemos ver como era porque aparece en monedas del S V y II a.C. Hay varias anécdotas sobre esta planta, una de ellas comenta que César entró vencedor en Cirene y distribuyó oro entre sus generales reservándose como botín personal 150 libras de resina de la apreciada planta para él. Otra contada por Plinio, cuenta que época de Nerón fue encontrada una planta que fue entregada al emperador como regalo.

Para terminar hay que mencionar un curioso libro que contiene varias plantas sin identificar que han provocado que un gran número de estudiosos le dediquen su tiempo, se trata del Manuscrito
Voynich, aun sin descifrar por lo enigmático de su lenguaje.

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